Los campos, bosques, prados, roquedos, ríos y arroyos del dan cobijo a una rica y variada fauna.
No debemos olvidar sin embargo las pérdidas importantes habidas en el patrimonio biológico de estas montañas, con la irreparable desaparición a finales del XX del Bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), una cabra montés autóctona del Pirineo que fué víctima durante el XIX de una caza indiscriminada que la hizo desaparecer de casi toda la cordillera. Sus antaños numerosos rebaños quedaban reducidos de esta manera en apenas unas décadas a un puñado de individuos que, hacia 1920, intentaban escapar a los furtivos en el Parque Nacional de Ordesa.
En 1950 ya no eran mas que una docena de Bucardos enriscados en las inaccesibles laderas de la Faja Pelay. Finalmente, ni su inclusión en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas (1990), ni el ambicioso Plan de Recuperación impulsado en 1993 por el Gobierno Aragonés y por la Unión Europea, lograrán evitar la anunciada desaparición de esta subespecie autóctona del Pirineo, de la que en 1997 solamente quedaba un único ejemplar vivo, una vieja hembra que no logró sobrevivir al duro invierno de 1999-2000.
Más suerte ha tenido el sarrio o rebeco (Rupicapra rupicapra pyrenaica), que también llegó a esta muy amenazado por la caza incontrolada hasta la creación en 1966 de varias Reservas de Caza, entre ellas la de Viñamala o Vignemale, que permitieron asegurar su perviviencia en los Pirineos. Hoy no es difícil ver en verano a los sarrios recorriendo en pequeñas manadas las crestas montañosas en busca de pasto, o en invierno encontrarse con ellos refugiados en los bosques.
Por contra han aumentado el número de jabalíes y zorros por todo el territorio, favorecidos por la desaparición o escasa presencia de sus antiguos predadores, las grandes rapaces por ejemplo, y por la despoblación de buena parte del este territorio y otros vecinos. El zorro, capaza de adaptarse a cualquier ecosistema, ha aprendido incluso a aprovecharse de la presencia de los humanos y a vivir algo de sus desperdicios.
En cuanto a la bulliciosa marmota, roedor caca vez más abundante en los prados de alta montaña, es conveniente recordar que los actuales ejemplares son descendientes de las marmotas alpinas introducidas en el Pirineo francés en 1948, ya que a marmota autóctona desapareció de la cordillera hace más de 10.000 años.
Otros mamíferos también presentes por la zona, aunque más difíciles de ver, son la ardilla o esquirgüelo, el tejón o tajugo, el gato montés, la nutria, los topillos (el Pitymys pyrenaicus y el Chionomys nivalis) o el pequeño desmán de los Pirineos (Desmana pyrenaica).
En cuanto a las aves nidificantes, podemos encontrar varias joyas biológicas, como el águila real (Aquila chrysaetos), que se ha beneficiado de la llegada de la marmota que le sirve de presa, o las muy escasas perdices pardilla (Perdix perdix) y nival (Lagopus mutus).
Destaca también el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), especie considerada en peligro de extinción en toda Europa y que en Aragón cuenta, desde 1994, con un Plan de Recuperación que ha permitido asentar, recuperar su población en el Pirineo e incluso se llevan ejemplares de esta zona a la de Picos de Europa. Más amenazado se encuentra actualmente el urogallo (Tetrao urogallus), muy vulnerable al deterioro de los bosques subalpinos donde habita. Tampoco debemos de olvidarnos de los pequeños pájaros, como el gorrión alpino (Montifringilla nivalis) o el verderón (Serina citrinela), entre otros.
Por último los reptiles y anfibios debemos señalar a la culebra viperina (Vipera aspis) o el sapo partero; así como los autóctonos Lacerta montícola bonnail (lagartija que vive en las gleras alpinas y subalpinas), el tritón pirenaico (Empoctus asper) y la rana pirenáica (Rana pyrenaica), descubierta para la ciencia en 1990.